Tips para planificar nuestra imagen

25.05.2011 02:52

Las Facultades de Derecho en la Argentina y, en general,en toda América Latina, no nos han formado para ejercer la
profesión. Tradicionalmente se ha prendido la alarma sobre el enciclopedismo reinante en las aulas, sobre una
capacitación más teórica que práctica y sobre la ausencia de entrenamiento para encarar la relación abogado-cliente.
Lejos se está de ofrecer herramientas que nos permitan, como abogados, planificar y gestionar la profesión.
Criterios generales del mercado –oferta, demanda, competencia–, de gestión, de comunicación interna y
externa, de recursos humanos, de relación con los medios masivos de comunicación, de acercamiento a clientes, de
aspectos societarios y tributarios vinculados a la organización del estudio… suelen pasarse por alto entre los temas de
actualización profesional. Las explicaciones son variadas y se elevan sobre valores como
la confidencialidad y el decoro, o la invocación de la lisa y llana falta de necesidad de competir entre colegas. Al primer
tipo de razones hay que prestarle atención y respeto, aunque dentro de ese marco ello no implica maniatarse para ver cómo
los tiempos cambian, los restantes abogados se adaptan y uno se queda sentado en su estudio esperando que lleguen las
consultas. Al segundo, vale más bien tomarlo como excusa que como realidad, a la luz no sólo de las prácticas usuales de
muchos colegas, sino de las exigencias que impone el propio mercado.
Aprender a complementarnos. En la medida en que un estudio crece, la necesidad de
implementar un sistema de comunicación interna aumenta geométricamente. Si la fortaleza de un despacho está en
el capital humano que reviste en él, la interacción entre todos sus componentes debería dar como resultado un
conocimiento superior al que resultaría de la simple agregación del saber de los profesionales. En otras palabras,
La explosión de la matrícula, la complejización del entramado jurídico y de la sociedad, obligan al abogado
del siglo XXI a adoptar las mejores herramientas disponibles para salir airoso de un escenario en el que el
conocimiento profundo del derecho muchas veces ya no es suficiente.
Lo que traza la divisoria entre unos y otros no es el número de abogados, ni la cantidad de metros cuadrados que ocupan
sus oficinas, sino la articulación de saberes individuales en pos de un resultado superador que satisfaga las necesidades del
cliente. Para esto es fundamental un conocimiento mutuo al interior de la firma: saber qué temas, causas e intereses domina cada
profesional, algo que se aplica, incluso, cuando en la oficina no trabaje más que uno solo con su alma.
Planificar la comunicación externa Puertas afuera, podemos darnos a conocer a través de un
sitio web, acaso un brochure y/o una papelería más o menos lograda. Sin embargo, en la mayoría de los casos se han emitido
mensajes con lenguaje técnico, más accesible a colegas que al potencial cliente.
Un discurso claro, directo, que capte la necesidad del interlocutor y brinde respuesta a su consulta debe estar
disponible bajo la imagen institucional que ofrezca la firma.
En este mismo sentido, si bien la aparición en prensa es anhelada por muchos abogados, no siempre es recomendable
prestarse al juego de los medios. Aparecer por aparecer no es un buen negocio: demanda tiempo, esfuerzo y preparación.
En contrapartida, hay que saber que la relación entre medios y abogados ya no pasa sólo por secciones policiales o políticas,
sino que cada vez son más los que se interesan por cuestiones vinculadas al asesoramiento profesional en defensa del
consumidor, de la competencia, ambiental, derecho del deporte, propiedad intelectual, seguros, entre otros temas.

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